Traveler entrevista a Natxo Gonzalez
Si se puede conocer a alguien por lo que lleva invariablemente en la maleta, lo de Natxo González no deja lugar a dudas: “Un chaleco salvavidas para olas grandes. Es vital si te cae una encima. El mar siempre gana y hay que estar preparado”, cuenta en Condé Nast Traveler. Este surfista de 22 años es el único del mundo que ha realizado un 10 en Nazaré, lugar que ostenta el récord Guinness a la ola más grande del mundo. “Lo que le ha quedado a la gente fue ese diez pero, para mí, este logro ha sido un viaje”, explica el vizcaíno. “A este tipo de eventos solemos ir solo el cámara (Jon Aspuru) y yo, pero esta vez fui con mi grupo de amigos al completo. Hay mucha presión y el hecho de ir con ellos me ayudó a superar los nervios y a hacerlo más divertido. Conseguir el diez ya fue una cosa de otro mundo”. En la primera manga, admite, estaba un poco nervioso. “Fui directo y dije: ‘Chicos voy a ir a saco’, y así fue...
En olas grandes no solo es cuestión de técnica, también influye estar en el sitio y en el momento adecuados. Ese día se juntó todo: técnica, confianza y suerte. Cuando terminé empecé a llorar y no paré en todo el día. No me dio mucho tiempo a celebrarlo porque después tenía varios viajes previstos: África, Hawái y de vuelta a casa. Aún me dura la emoción”.
Gracias al surf, Natxo ha podido viajar desde muy pequeño a lugares increíbles.
“He surfeado en muchos lugares del mundo, pero Mundaka (Vizcaya) es mi ola favorita. Aunque hay otras mejores, esta es la única en la que puedo compartir este deporte con todos mis amigos. El día que hay buenas olas es una fiesta de alegría y gritos y eso lo disfruto más que cualquier otra cosa. Comentar cómo ha ido, tomarnos un pintxito, esas cosas...”.
Natxo también tiene muy buen recuerdo de Puerto Escondido, México. “Me dejó bastante huella. Me encantaron la gente, la comida surfera y las olas que cogí. Solo he ido una vez, pero me muero de ganas por volver. Otro de mis sitios favoritos es Chile, allí tengo una segunda familia y he tenido la suerte de ir a menudo. Es perfecto para surfear, con olas pequeñas, grandes, tubos… y la gente también es espectacular”. En cada país, Natxo intenta quedarse en lugares que le permitan estar lo más en contacto posible conla gente local. Del Norte de Perú recuerda un bar que hay en la playa de Cabo Blanco, “donde te sirven un ceviche increíble que puedes comerte sentado en la arena. Mejor que en cualquier restaurante”. De entre las últimas sorpresas, se queda con la India, sin dudarlo. “Fuimos a un sitio que vimos por Google Earth. No teníamos claro si la ola era buena, pero queríamos emprender el viaje para descubrir el país y disfrutar del camino. A pesar de haber viajado ya otros lugares de Asia y África, las imágenes que tengo de pobreza y de la vida allí me siguen viniendo a la cabeza y me siguen dejando tocado. No tengo muy claro que quiera volver”. Se dice que a los surferos no les gusta revelar sus enclaves para coger olas, ¿qué hay de cierto en esto?
“El surf está de moda y lo practica mucha más gente que antes.
Cuando era niño íbamos a la playa de Meñakoz; mis padres no me dejaban meterme solo, así que me quedaba sentado esperando que llegara alguien para poder surfear y no siempre ocurría. Hoy en día vienen 20 personas como mínimo. Me alegra, aunque es cierto que algunos se guardan sus sitios para tener su momento de paz”. En una ocasión, encontró una ola impresionante en
África. “La grabamos y cuando salió a la luz la gente se volvió loca queriendo saber dónde era. Yo no lo dije, para mí esa ola era mucho más que la ola en sí, fue un viaje de descubrimiento. Para compartirla tendría que compartir el resto de experiencias.
Namibia me gusta mucho, he ido seis veces, pero cuando voy está todo hecho. Me bajo del avión y prácticamente estoy montado en la ola, es siempre igual, te dan las indicaciones y los consejos, no es lo mismo. La experiencia ya está escrita. Por eso no quiero decir dónde está aquella ola, prefiero que los demás puedan vivir esa experiencia tal como la viví yo”.
Condé Nast Traveler marzo de 2019. A la venta el 22 de febrero.
"El día que hay buenas olas es una fiesta de alegría y gritos" -> Alegría para los 4 amiguetes que cogen olas y gritos por las saltadas, amenazas... Otro de la pandilla sonrisas.
ResponderEliminarAmén!
ResponderEliminarLas saltadas y los que se creen por encima del bien y del mal abundan en la ria. Gritar se grita pero por las que pilla el vecino, más que por las propias. Con dos olas en 2 horas un día bueno, hay que darse más que por satisfecho. Cuando se va hay que contar ir preparado para aguantar alguna payasada. Modo Zen on
👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👌👌👌👌👌👌👌😂😂😂😂😂😂😂😂
ResponderEliminarSí, pero luego no se tiene en cuenta que siempre está esa gente en el agua y los años que llevan entrando. No pensáis que ellos suelen entrar mas a menudo y no solo cuando marcan esos partes épicos en los que va todo el mundo. Si son una pandilla como decís, será que se conocen de entrar al agua y del buen rollo que se podía tener hace unos pocos años.
ResponderEliminarYo creo que hay que conocer más a las personas y no juzgarles tanto sin saber.
Felicidades por la nota! Excelente experiencia la de Natxo, poder hacer lo que le gusta. Me alegra mucho por el!
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