Ocho años después del vertido del Erika
Era el 13 de Diciembre de 1999 cuando el petrolero Erika se partió en dos a pocos kilómetros de la costa de la bretaña francesa, dejando más de cuatrocientos kilómetros de costa contaminadas.
Más de 30.000 toneladas de fuel llegaron a la costa, matando a miles de peces y aves y provocando el mayor desastre ecológico de toda la historia de Francia. Más de 150.000 aves marinas murieron atrapadas en el galipó.
Ahora, quince personas se sientan en el banquillo de los acusados por contaminación marítima, puesta en peligro de la vida ajena y abstención voluntaria de combatir un siniestro.
Entre los acusados está la petrolera Total, que acaba de anunciar unos beneficios de 12.600 millones de euros, y que se ha presentado en el juicio como una víctima inocente...
"La emoción sumerge a la razón", dijo el abogado de Total, cuarto grupo petrolero mundial, que se niega a reconocer cualquier implicación suya o de sus filiales en la catástrofe. Su tesis es que se quiere sacar partido de la compañía presentándola como "un diablo de bolsillos profundos".
Otro de los acusados es la compañía italiana de clasificación Rina que dio un informe favorable a la salida del Erika, monocasco de más de 25 años de edad y con graves problemas de corrosión en el buque. El barco fue obligado a zarpar con tus bodegas llenas de fuel en plena tempestad sólo porque la compañía Total no quería pagar la multa que le hubiera costado un retraso en la entrega de la carga. La investigación ha desvelado que Total estuvo todo el tiempo en contacto con el capitán del Erika y desde dos días antes "tenía conocimiento de las averías del barco, incluidas fugas", pero "no tomó ninguna medida para combatir o limitar los efectos".
Pero Rina, ni corta ni perezosa, niega la autoridad del tribunal ya que dicen que se deberían tener "inmunidad internacional", consentida por Malta, el pabellón con el que viajaba el barco.
En el otro lado están las acusaciones particulares. Las tres regiones francesas afectadas y que reclaman más de 400 millones de euros por los daños ocasionados.
Por otro y con menos capacidad de gritar, los voluntarios que trabajaron en las playas y que no se les avisó de los peligros del fuel para su salud y que, por su puesto, no han recibido ningún respaldo ni reconocimiento más allá de unas palmaditas en la espalda.
¿Como acabará esto? Pues como siempre. Se lapidarán a las cabezas de turco y las grandes compañías se irán sin pedir perdón y soltando cuatro duros.
Y la vida seguirá igual.
No puedo pasar la oportunidad de recordar el Prestige, hundido en las costas gallegas solamente tres años después. Como el Erika, también se intentó remolcar a mar adentro, teniendo unas consecuencias que todavía hoy nos es cuesta imaginar.
¿Y se ha corregido algo? NADA, todo sigue igual y mañana mismo podría volver a ocurrir. Podría ser en Francia, en Asturias, en el Mediterraneo, en cualquier sitio, porque nada ha cambiado.
Mi abuela diría que solo nos queda rezar. ¿Nos resignamos?
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